Hacedor de Estrellas, Olaf Stapledon
Somos lo que leemos, y por eso en este blog no dejaremos de recomendar algunos buenos libros. Este en particular es mi favorito, hace poco volví a leerlo y descubrí con asombro que me gustó incluso más que la primera vez. Prometo escribir pronto sobre éste libro en éste mismo post, por lo pronto les comparto algunos datos que encontré por ahí.
Resumen ubicuo para la versión en español
Una noche de amargura y desengaño, un hombre contempla el firmamento desde lo alto de una colina. De pronto se ve inmerso en una suerte de viaje astral que lo traslada por toda la galaxia, de la que explorará el nacimiento y el ocaso, con la meta última de comprender la naturaleza de la fuerza primigenia, el enigmático «hacedor de estrellas». Stapledon abre un gran angular cuyo protagonista es la inmensidad del tiempo y del espacio, invitándonos a una auténtica aventura existencial. Entre la cosmogonía y la fábula científica, ésta es, en palabras de Borges, una «novela prodigiosa» que ha merecido un lugar privilegiado entre los clásicos de la ciencia ficción.
– Autor anónimo
Algunas frases sobre Hacedor de Estrellas
«Probablemente, la más poderosa obra de la imaginación de todos los tiempos.»
-ARTHUR C. CLARKE
«Un creador de mitos único (…) Una obra absolutamente impar por el brillo intelectual, la dimensión imaginativa y la dignidad trágica.»
-BASIL DAVENPORT
Nota preliminar
De la edición de 1985, de Ediciones Minotauro, escrita por Borges.
Hacia 1930, ya bien cumplidos los cuarenta años. William Olaf Stapledon abordó por primera vez el ejercicio de la literatura. A esta iniciación tardía se debe el hecho de que no aprendió nunca ciertas destrezas técnicas y de que no había contraído ciertas malas costumbres. El examen de su estilo, en el que se advierte un exceso de palabras abstractas, sugiere que antes de escribir había leído mucha filosofía y pocas novelas o poemas.
En lo que se refiere a su carácter y a su destino, más vale transcribir sus propias palabras:
«Soy un chapucero congénito, protegido (¿o estropeado?) por el sistema capitalista. Sólo ahora al cabo de medio siglo de esfuerzo, he empezado a aprender a desempeñarme. Mi niñez duró unos veinticinco años; la moldearon el canal de Suez, el pueblito de Abbotsholme y la Universidad de Oxford. Ensayé diversas carreras y periódicamente hube de huir ante el inminente desastre. Maestro de escuela, aprendí de memoria capítulos enteros de la Escritura, la víspera de la lección de historia sagrada. En una oficina, de Liverpool eché a perder listas de cargas: en Port Said, candorosamente permití que los capitanes llevaran más carbón que el estipulado.
Me propuse educar al pueblo: peones de minas y obreros ferroviarios me enseñaron más cosas de las que aprendieron de mí. La guerra de 1914 me encontró muy pacífico. En el frente francés manejé una ambulancia de la Cruz Roja. Después: un casamiento romántico, hijos, el hábito y la pasión del hogar. Me desperté como adolescente casado a los treinta y cinco años. Penosamente pasé del estado larval a una madurez informe atrasada. Me dominaron dos experiencias: la filosofía y el trágico desorden de la colmena humana… Ahora, ya con un pie sobre el umbral de la adultez mental, advierto con una sonrisa que el otro pisa la sepultura.»
La metáfora baladí de la última línea es un ejemplo de la indiferencia literaria de Stapledon, ya que no de su casi ilimitada imaginación. Wells alterna sus monstruos -sus marcianos tentaculares, su hombre invisible, sus proletarios subterráneos y ciegos- con gente cotidiana; Stapledon construye y describe mundos imaginarios con la precisión y con buena parte de la aridez de un naturalista. Sus fantasmagorías biológicas no se dejan contaminar por percances humanos.
En un estudio sobre Eureka de Poe, Valery ha observado que la cosmogonía es el más antiguo de los géneros literarios; pese a las anticipaciones de Bacon, cuya Nueva Atlántida se publicó a principio del siglo XVII, cabe afirmar que el más moderno es la fábula o fantasía de carácter científico. Es sabido que Poe abordó aisladamente los dos géneros y acaso inventó el último; Olaf Stapledon los combina, en este libro singular.
Para esta exploración imaginaria del tiempo y del espacio, no recurre a vagos mecanismos inconvincentes sino a la fusión de una mente humana con otras, a una suerte de éxtasis lúcido, o (si se quiere) a una variación de cierta famosa doctrina, de los cabalistas, que suponían que en el cuerpo de un hombre pueden habitar muchas almas, como en el cuerpo de la mujer que está por ser madre. La mayoría de los colegas de Stapledon parecen arbitrarios o irresponsables; éste, en cambio, deja una impresión de sinceridad, pese a, lo singular y a veces monstruoso de sus relatos. No acumula invenciones para la distracción o el estupor de quienes lo leerán; sigue y registra con honesto vigor las complejas y sombrías vicisitudes de su sueño coherente.
Ya que la cronología y la geografía parecen ofrecer al espíritu una misteriosa satisfacción, agregaremos que este soñador de universos nació en Liverpool el 10 de mayo de 1886 y que su muerte ocurrió en Londres el 6 de septiembre de 1950. Para los hábitos mentales de nuestro siglo, Hacedor de estrellas es, además de una prodigiosa novela, un sistema probable o verosímil de la pluralidad de los mundos y de su dramática historia.
-Jorge Luis Borges
Sobre el Autor
William Olaf Stapledon (1886-1950), nació en Inglaterra. Fue maestro de escuela, empleado en una compañía naviera en Liverpool y Port Said, y lector de filosofía, psicología, literatura e historia de la industria en la Universidad de Liverpool. Publicó varias obras de filosofía y las siguientes novelas:
La primera y última humanidad (1930)
Los últimos hombres en Londres (1932)
Juan Raro (1936)
Hacedor de estrellas (1937)
Oscuridad y Luz (1942)
Sirio (1944)
Las llamas (1947)
Un hombre dividido (1950).
La mayoría de las ideas fundamentales de la ciencia-ficción moderna procede de Hacedor de estrellas:
Las razas simbióticas (Eric Frank Russell, Theodore Sturgeon)
Los imperios galácticos (R. A. Heinlein, C. D. Simak, Isaac Asimov)
Las nebulosas y estrellas inteligentes (Fred Hoyle, Arthur C. Clarke)
Stapledon (lector de Hegel, Marx y Spinoza, y socialista apasionado) desarrolla estas ideas como temas de meditación sobre el significado y propósito de la sociedad humana, el devenir del espíritu: «personalidad-encomunidad», y la creación y muerte del universo.
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